Hoy me ha sucedido algo extraño y maravilloso. Venía caminando por la playa después de haber estado meditando un buen rato junto a unas rocas, cuando a lo lejos divisé el ala en alto de una gaviota posada en la playa. Por esa posición y al estar aparentemente inmóvil, no suponía que estuviese con vida. Sin embargo, me acerqué con sigilo y al estar a un metro de ella pude ver claramente una herida profunda en su ala izquierda. Su cabeza estaba reposando sobre la arena, al igual que su cuerpo, aparentemente inerte. Pero en un momento movió ligeramente una de sus patas, lo que me animó a reclinarme para acariciar un poco su cabeza.
Ya presentía yo lo inevitable, pero de todas maneras me animé a poner mi mano izquierda debajo de su cuerpo y mi mano derecha sobre su lomo. Y acto seguido comencé a transmitirle sentimientos de amor, misericordia y compañía. Mucho amor y mucha misericordia.
Habían transcurrido unos veinte segundos cuando de repente comenzó a mover su pico. Casi podía decir que era una mezcla curiosa entre pretender estar respirando con más intensidad, bebiendo algo y ‘diciendo’ algo. Unos momentos después, comenzó a levantar su cabeza, como si estuviera despertando de un sueño, mientras yo la seguía acompañando con mucho amor y mucha misericordia. Se incorporó un poco más y aquí ocurrió el momento mágico: giró suavemente su cabeza y me miró directo a los ojos con su ojo izquierdo. Fue una fracción de segundo, pero bastó para conectar con todo y con todos. Con el Amor, con todo lo que Es. Para decir nada y para decirlo todo. Y me emocioné.
A continuación giró de nuevo su cabeza a su posición inicial y comenzó a recostarla lenta y suavemente sobre la arena. La vida se escapaba de su cuerpo y ya no había nada más qué hacer. Pude sentir en mi manos cómo salía su último aliento y su esencia abandonaba su cuerpo en la arena. Le agradecí por su tiempo en este tiempo, en este lugar. Le decía con mi mente que su misión estaba cumplida y que ahora iba camino de la Luz. Que todo está bien.
Creo que transcurrió poco más de un minuto entre el momento que hice contacto y finalmente murió. Desconozco cuánto tiempo llevaría allí. Sólo sé que estuve en el momento indicado para acompañarla en su transición. Y aunque todos los días mueren ‘gaviotas’, por esta derramé lágrimas, pues es extraño: fui yo quien la acompañó, pero muy adentro de mi corazón sé que ella confió en mí y me hizo un inmenso regalo. Uno tan grande que aún estoy intentando comprender y asimilar. Y eso es maravilloso.
© 2013 Jaime Echeverry
Semilla voladora says
Interesante… pasador de almas…
Hermes te envió su mensaje,
un regalo alado de luz y transmutación
para descubrir tus dones
y lo que te hace feliz en el corazón
Jaime Echeverry says
Gracias por tu comentario. 🙂 🙂